La historia del Palacio Zambrana-Herrán va íntimamente ligada a las del Valle Salado y la villa de Salinas de Añana. Historias paralelas de auge, esplendor, decadencia y resurrección que te invitamos a conocer, puestas en la voz del palacio, mientras recorres sus estancias.
Ordenado levantar a finales del siglo XVII por Don Pedro de Zambrana, designado por la Corona como Administrador de las Reales Salinas de Añana, la construcción del palacio es la materialización del poder ostentado por la familia como símbolo de su relevancia política, económica y social, un poder ligado inevitablemente a la gestión de la explotación salinera que vivirá su época de esplendor a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
En 1792 la familia Zambrana entronca con los Herrán, otro poderoso linaje, al contraer matrimonio María Matea Zambrana, única heredera del palacio, con Gregorio Urbano Felipe Herrán y Hurtado de Corcuera,
A finales del siglo XIX, la liberalización del comercio de la sal marcará el destino tanto del Valle Salado como del Palacio Zambrana-Herrán y sus poderosos moradores. La producción tradicional del valle no puede competir con la industrial de las salinas costeras. La aparición del ferrocarril hace llegar esta sal barata a territorios cada vez más lejanos, acaparando el mercado y arruinando a la Villa de Salinas. Paradójicamente uno de los impulsores del ferrocarril fue Joaquín María Herrán y Ureta, señor en esa época del Palacio Zambrana-Herrán, quien se embarcará en la construcción del ferrocarril vasco-navarro, arruinándose en la empresa.
El declive del valle provoca la decadencia de la villa y el propio palacio, que pierde relevancia al dispersarse la familia, orientada hacia otros negocios. La casa familiar deja de ser un legado directo y se divide en partes entre los diferentes herederos.
A partir de ese momento, el edificio se va degradando y transformando según las necesidades de sus nuevos moradores, cada vez más humildes, llegando a albergar incluso uno de los primeros cuarteles de la Guardia Civil. El palacio continuará deteriorándose hasta ser finalmente abandonado a finales del siglo XX.
En la actualidad, la Fundación Valle Salado de Añana impulsa un proyecto que repiensa el valle como un tesoro de nuestra cultura y da una nueva oportunidad a la villa a partir de sus antiguas salinas. La recuperación del Palacio Zambrana-Herrán incide en esa misma línea.
El valle, la villa y su palacio resucitan de nuevo de la mano.
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